El rile

HABRÁ quién diga que el Papa hace bien o hace mal escaqueándose del mogollón de ser Papa. Yo eso no lo juzgo que luego me lo afean. Pero, desde la prudente distancia, lo más reseñable de este rile es el sutil reconocimiento de que lo importante es el hombre y que por encima de su salud no está ni Dios. Al Vaticano se le ha gripado el Volkswagen y ahora tiene que andar entrevistando candidatos para el recambio. Ratzinger pide la baja por agotamiento, pero sobre todo se está concediendo la supervivencia. Va a ser el único Papa moderno que no palme junto al baldaquino. Una decisión moral y estética. Pues antes de dar la nota en público, babeando zumo de papaya, uno se despide de los colegas y a vivir discretamente cuando a lo lejos ya doblan las campanas.

Los inquilinos de la plaza de San Pedro volverán a vestirse de Renacimiento para la fumata blanca y el fichaje nuevo. Mientras, el fiero Ratzinger se consumirá a solas como una palmatoria. Hasta ahora los Papas tenían dos formas de evaporarse: o morían despacio expuestos como un misal o aparecían piadosamente fritos en la alcoba. Pero ninguno se jubilaba. En esto Benedicto XVI, tan recalcitrante y medieval, se revela modernísimo porque ha puesto a Dios a hablar como un hombre. Ya no valen mártires, ni vírgenes, ni demás miembros del show divino habitual. La Iglesia de hoy la encarna un anciano con flojera que quiere vivir el último tramo hurgando en las verdades de la Verdad y haciendo punto bobo entre monjas y yemas.

A Ratzinger, tan bizantino, le pasa como a Rajoy. Años incordiando para alcanzar el timón y cuando llegan se les va la gana y ya ni latines ni Gobierno. Es la abulia del poder que interpretó con prodigiosa gracia Charles Laughton vestido de Nerón.

El gesto del Papa está cargado de simbología inédita, como tanto de lo suyo. Con un parte médico ha roto la leyenda del que muere por su pueblo. Y ha quedado reducido aMilana del Vaticano, un pájaro gastado y cansado de ser reclamo de intrigas y homilías. Ratzinger ha delegado en su fatiga como un presunto Cristo delegó en la humedad para las caras de Bélmez. Y es que hay días en que uno se cansa de ser Dios. O Rey. O presidente. O tesorero. O ladrón. O ministra de Sanidad. Incluso de ser Papa, como adivinó para el cine Nanni Moretti. Días en que uno se mira al espejo y entiende que ha llegado el momento de aceptarse inadecuado. Hay algo hermoso y decadente en esta derrota. Sé de unos cuantos golfos a cargo del presupuesto que... Son esos mismos que un día fueron a besarlo a Roma.